Sameer Makarius nació en El Cairo en 1924. En 1933 emigró junto a su familia a Berlín. A los diez años su padre le regaló una cámara con la que comenzó su historia con la fotografía. Luego del estallido de la Segunda Guerra, en 1940 se trasladaron a Budapest, donde completó sus estudios secundarios, comenzó su formación artística y se relacionó con los protagonistas de la vanguardia local. En 1946 emprendió su regreso a Egipto previo paso por Zurich. Allí organizó una exhibición de arte moderno húngaro que contó con el apoyo de Max Bill. De regreso en El Cairo, trabajó como artista decorador para publicidad y también para un estudio de arquitectura y construcción.
Su obra plástica llegó al Río de La Plata algunos años antes que él, a través de su compañera Eva Reiner, quien ya vivía en Argentina con su familia. En 1948 ella prestó una de sus obras para la exposición de arte MADI organizada en el taller del escultor alemán Martin Blaszko. Luego de casarse con Eva en Egipto en 1952, viajaron juntos a Paris donde trabajaron como diseñadores de estampados. Finalmente llegaron a Buenos Aires en abril de 1953, ciudad que se convertiría en su lugar de residencia definitivo. Su derrotero migrante estuvo marcado por el drama de la guerra. Al mismo tiempo, en esos desplazamientos Makarius fue construyendo una red de relaciones en torno a la fotografía, las artes visuales y la arquitectura que le permitieron desplegar su obra en diversos territorios y formatos.
Parte de esa red se activó tras su llegada a Buenos Aires y lo condujo hasta Mendoza para participar de la Feria de América en 1954. La exhibición fue programada durante el segundo gobierno peronista con un doble propósito: por un lado mostrar los avances del desarrollo industrial en Argentina, y por otra parte, escenificar una idea de América basada en la unión de los pueblos latinoamericanos [1]. La organización general estuvo a cargo del industrial Iván Bacsinszky [2], mientras que la arquitectura y planificación del evento quedaron en manos de los arquitectos César Jannello y Gerardo Clusellas. Si bien ambos venían de Buenos Aires, el primero se había instalado en Mendoza a fines de los 1940 para ejercer como profesor de Escenografía en la Academia de Bellas Artes, y luego como Director de la Escuela de Cerámica de la Universidad Nacional de Cuyo. Mientras que Clusellas, en cambio, desarrollaba su actividad profesional en la Capital Federal como integrante del estudio OAM [3]. Jannello también convocó al artista Tomás Maldonado para desarrollar la identidad visual de la exposición, de la que finalmente terminó diseñando únicamente el módulo gráfico. Luego, fue el artista local René Barbuy quien se encargó de convertirlo en un extenso sistema aplicado a señalética, folletería, entre otras piezas y objetos. No está claro exactamente cómo fue que llegó Makarius, pero su paso por Mendoza quedó registrado en la revista Nueva Visión, afín al grupo organizador, donde salieron publicadas algunas de las fotografías que tomó en el evento [4]. Además, participó como artista decorador diseñando el stand de la firma “La Cuerina” y un mueble combinado de música y bar para otro cliente [5].
A poco de cumplirse setenta años de la inauguración de la Feria, el Museo Municipal de Arte Moderno de Mendoza rememora el evento en la muestra “En el futuro esto ya pasó. Makarius en Mendoza”, con curaduría de Wustavo Quiroga. La selección de fotografías recupera algunas vistas de los mejores pabellones. Entre ellos se destaca el de la República de Chile, cuya estructura abovedada hecha en base a una retícula de maderas sorprendía por la precisión en su ejecución técnica. Por otro lado, los pabellones provinciales de San Juan y Mendoza se ajustaban a las líneas miesianas más sobrias que dominaron la mayor parte del conjunto. Aquellos como el de los Talleres Metalúrgicos Luis Pescarmona, el de Cinzano y el de Federación Textiles Argentinos, que representaban a algunos de los sectores más pujantes de la industria en ese momento, pusieron en juego propuestas más estridentes, propias de una arquitectura de carácter publicitario. En representación del Estado nacional, diversos ministerios, como el de Obras Públicas y el de Agricultura y Ganadería -entre otros- , también contaron con espacios de exhibición propios, al igual que lo tuvieron instituciones educativas públicas como la Universidad Nacional de Cuyo.
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Modernidad en Mendoza: el Pabellón 24 de la Feria de AméricaLas fotografías de Makarius ofrecen diferentes tipos de registros del evento. Algunas, como la de la pista de baile en la isla del lago, permiten observar esos espacios siendo habitados por los usuarios, como los músicos y bailarines en movimiento. Otras hacen foco en los montajes escenográficos de algunos stands, como los de textiles y tejidos. El resto se concentra en la arquitectura de los pabellones, con sus estructuras modulares y sus elementos prefabricados. Dentro de estas últimas hay que remarcar la serie dedicada a la Torre Alegórica y la del Pabellón del MOP. Ambas construcciones también están representadas en la muestra por dos maquetas ubicadas en el centro de la sala.
La Torre fue diseñada por Jannello y Clusellas como una obra de arquitectura escultórica, emplazada en la entrada del Parque San Martín, entre los Caballitos de Marly. Estaba construida en base a un sistema de perfilería metálica que le daba una apariencia liviana y transparente. La estructura central de cincuenta metros de altura estaba rodeada por cinco cubos dispuestos en espiral. Dentro de cada cubo se colocaron dos pirámides unidas por el vértice realizadas en malla metálica pintada de rojo y blanco, emulando el módulo gráfico concebido por Maldonado. Por la noche, la estructura se iluminaba a través de un sistema de luces sincronizado con una pieza de música electroacústica compuesta por Mauricio Kagel en la que combinaba pasajes instrumentales con sonidos industriales. A través de la Torre, sus autores reformularon la idea de monumento en clave moderna. Además desarrollaron una propuesta de integración de las artes (arquitectura, escultura y música) que dialogaba con los debates estéticos de la segunda posguerra.
El pabellón 24 ocupado por el Ministerio de Obras Públicas se compone de dos volúmenes, uno con forma de paralelepípedo de planta rectangular y otro de planta circular que se conectan entre sí y hacia el exterior a través de rampas y escaleras. Al igual que en el caso de la torre, el edificio se destacaba por su planteo estructural y ejecución técnica, que resultaban a la vez sus principales atributos estéticos. Esta construcción es el único vestigio que sobrevivió a la Feria y se mantuvo en pie, aunque cambiando de uso. [6] A partir de las gestiones de un grupo de arquitectos y diseñadores liderados por Quiroga, el edificio fue recientemente declarado de interés patrimonial y se prepara para ser restaurado. Por otra parte, el colectivo se encuentra trabajando en la reedición del libro Feria de América: vanguardia invisible [7], incorporando las nuevas fuentes y materiales de archivo que se encontraron en la última década, después de su publicación. Además, proponen reconstruir la Torre Alegórica como parte de las celebraciones por el septuagésimo aniversario del evento.
La muestra de Makarius se inscribe dentro de esta serie de iniciativas que buscan recuperar el legado modernizador de la Feria en términos más amplios. Al mismo tiempo, invita a profundizar sobre una figura reconocida en el campo de la fotografía, pero menos transitada desde la historia de la arquitectura y el diseño. Tanto las artes visuales, como la arquitectura y la ciudad tuvieron una presencia relevante y sostenida a lo largo de su carrera: como diseñador trabajó para firmas como Churba; como fotógrafo documentó la construcción de edificios como la planta Siam Di Tella (1959-1960), colaboró con Clorindo Testa, y registró el edificio de la Escuela Rudolf Steiner (1961), primera escuela Waldorf de Argentina. Su trayectoria habla de las redes artísticas e intelectuales que se tejieron al calor de la segunda posguerra, cuando América se convirtió en un refugio y un horizonte de futuro para la cultura de Occidente.
Sobre la autora
Cecilia Durán es arquitecta y Magíster en Historia y Cultura de la Arquitectura y la Ciudad. Su tesis, Arquitectura como arte público, fue publicada como libro en 2020. Integra el Laboratorio de Espacio, Tecnología y Cultura de la Universidad Nacional de Quilmes.
Notas
[1] Los países representados en el certamen con pabellones propios fueron: Paraguay, Brasil y Chile. Mientras que en el Pabellón 23 se reunieron el resto de los países latinoamericanos participantes: Bolivia, Colombia, Cuba, Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y México.
[2] De origen húngaro, Bacsinszky contaba con experiencia en la organización de exposiciones a partir de su experiencia de trabajo para la empresa Tungsram en su país de origen. En 1933 migró a Sudamérica, primero a Buenos Aires y luego a Mendoza, donde fundó la empresa Only SA dedicada a la producción de muebles. (Quiroga, 2012).
[3] La Organización de Arquitectura Moderna, creada en 1948, nucleó a un grupo de jóvenes arquitectos argentinos como Horacio Baliero, Juan Manuel Borthagaray, Francisco Bullrich, Alicia Cazzaniga, Gerardo Clusellas, Carmen Córdova, Jorge Grisetti, entre otros. El grupo entabló relaciones con Tomás Maldonado y los artistas de la Asociación Arte Concreto “Invención”, con quienes colaboraron en la creación de la revista Nueva Visión (1951), y luego de la editorial homónima a mediados de los 1950. Además de sus proyectos arquitectónicos, también incursionaron en el diseño de muebles y objetos. (Liernur, 2004)
[4] “Información. La Feria de América”, Nueva Visión, 6, 1955, pp. 30-34.
[5] Datos aportados por su hija, Leila Makarius, en conversación con la autora.
[6] Durante muchos años funcionó como gimnasio del personal policial.
[7] El libro, fruto de un trabajo de investigación colectivo, fue publicado en 2012 por la Fundación del Interior.